En toda la historia de la medicina, en toda la historia de la relación entre el médico y su paciente, ha existido el consentimiento informado. El médico ha informado a su paciente del diagnóstico, el pronóstico y el tratamiento que propone instaurar. Y el paciente ha pedido aclaraciones cuando no ha entendido algún punto. Lo que ocurre es que este consentimiento informado era tácito, no escrito. En caso de conflicto se daba por supuesta la buena voluntad de ambas partes. Pero eso ha cambiado. ¿Por que?
En los años 70 del pasado siglo, el siglo XX, empezaron a suceder cosas en los Estados Unidos. En ese país, los bogados decidieron que en caso de conflicto entre el médico y su paciente, en lugar de presuponer buena voluntad se podía presuponer mala voluntad, también llamada mala prática. Y esa mala práctica llevada a los tribunales podía resultar en sustanciosas indemnizaciones a repartir entre el abogado y el paciente. Esta forma de proceder por parte de los abogados, el llamado «contingency fee» (el abogado corre con todos los gastos y solo cobra si se gana e juicio) era legal en los Estados Unidos.
La consecuencia es que aparecieron bufetes legales especializados en demandas médicas. Incluso estos abogados tenían dentro de los hospitales algunos «espías» (generalmente enfermeros) que les informaban de los casos en los que posiblemente se había producido una mala práctica. El abogado se hacía asi con los datos clínicos del caso e incluso con los datos personales del enfermo. Se realizaba el contacto entre abogado y paciente y la perspectiva de obtener un buen beneficio facilitaba el acuerdo. La existencia de juicios con jurado, jurado siempre más proclive a «entender» mejor al paciente que al médico (es fácil que entre los miembros de un jurado haya más pacientes que médicos) terminaba de completar la escena.
Los médicos y hospitales tuvieron entonces que contratar seguros de «responsabilidad civil» con sus correspondientes servicios jurídicos. Estos servicios jurídicos de defensa exigieron a los médicos que el consentimiento tácito del paciente se realizase por escrito y frente a un testigo. Este consentimiento escrito se convierte en la mejor baza de defensa de un facultativo en un tribunal. La experiencia adquirida en estos litigios lleva a realizar cada vez consentimientos escritos más extensos y detallados, a veces de varias páginas, que cubran todas las variantes que puedan surgir en una demanda de este tipo.
No está claro si todos los pacientes, antes de firmar el consentimiento, se leen con detalle las varias páginas que se les ponen por delante. Pero la compañía de seguros exige este documento. Hasta el punto de que un quirófano, por poner un ejemplo clásico, puede negarse a realizar una operación si en el historial del paciente no figura el consentimiento informado debidamente cumplimentado.
Y es que casi siempre es asi. Lo que empieza en los Estados Unidos nos termina por llegar antes o después.