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Cuando un hombre tiene dificultad para orinar y esta dificultad es atribuible a la próstata, y las molestias alcanzan cierto nivel, llega el momento de instaurar un tratamiento. Hoy en día tenemos tratamientos farmacológicos (es decir mediante medicamentos) que resuelven la situación bastante bien. Pero si este tratamiento conservador no es suficiente, puede llegar el momento en que una intervención quirúrgica sobre la próstata es aconsejable.
Lo primero que hay que saber es que el crecimiento benigno de la próstata, lo que llamamos un adenoma, no causa ninguna alteración de la salud y de no tratarse no produce a medio y largo plazo ningún efecto indesable. Antiguamente la obstrucción urinaria prolongada podía producir, por aumento de presión, daños en los riñones pero hoy en día es exepcional que esto ocurra en nuestro medio con las medidas de control de que disponemos.
La operación de próstata es un tratamiento que podemos llamar de confort, un tratamiento para mejorar la comodidad y facilidad de la micción y, por consiguiente, para mejorar la calidad de vida. La operación consiste en extirpar una parte de la próstata (no toda la próstata), el adenoma, que es la causante de la dificultad.
Pero ¿cuando operar? Estrictamente hablando, nunca hay necesidad inevitable de operar. Incluso en los casos de obstrucción total, cuando el paciente no puede orinar en absoluto, la colocación de una sonda en la vejiga soluciona la situación. En general esta sonda es una solución temporal hasta que se resuelva el problema, generalmente por medio de una operación. Pero en los casos en los que la operación no es posible (por ejemplo cuando el estado de salud del paciente no permite hacer una intervención quirúrgica bajo anestesia) puede dejarse la sonda permanentemente o, aun mejor, enseñar al paciente a auto sondarse de forma intermitente (puede parecer una solución extraña pero es util en ocasiones concretas). Evidentemente estos son casos excepcionales pero nos sirven par demostrar que no es «obligatorio» operar.
Pero lo lógico es operar cuando la dificutad para orinar llega a cierto nivel. ¿Y cual es el nivel? Como se trata de una operación de confort, solo el paciente puede decirlo. Hay individuos a quienes una prolongación del tiempo de micción y el levantarse por la noche para orinar tres o cuatro veces no les incomoda y deciden no operarse. Pero para otros esto constituye una situación intolerable y deciden operarse. En ambos casos el paciente tiene razón y el urólogo debe limitarse a informar al paciente de los tratamientos posibles y sus resultados. La operación de la próstata, cualquiera que sea la técnica utilizada, mejora notablemente el flujo de la orina, es decir la facilidad para evacuar la vejiga, y mejora algo la frecuencia pero todavía puede ser necesario levantarse para orinar por la noche una o dos veces.
La operación de la próstata tiene más de cien años de antigüedad y aunque las técnicas han mejorado mucho, los conceptos básicos no han variado de forma significativa. Por eso conviene recordar lo que enseñaban los viejos maestros: la operación de la próstata se hace cuando el paciente te lo pide de rodillas. Evidentemente es una exageración pero es un consejo que nos ayuda a atemperar, en beneficio del paciente, nuestras ganas de operar.