Leyendo la biografía de don Santiago Ramón y Cajal, encontramos que el futuro Premio Nobel de Medicina nació en una pequeña aldea, Petilla de Aragón, donde su padre era médico. Concretamente era cirujano de segunda clase. Esta extraña denominacción de un facultativo llama la atención a un médico de siglo XXI y nos lleva a buscar como eran los médicos españoles en el siglo XIX. No es fácil econtrar esta informacción pero nos hemos servido de los estudios del profesor López Piñero y de las memorias de un médico de la época, el Dr. Carlos María Cortezo.
En la primera mitad del siglo XIX existían en España los siguientes titulados para ejercer la medicina: doctores en Medicina y Cirugía, licenciados en Medicina y Cirugía, doctores en Cirugía, doctores en Medicina, doctores en Medicina o Cirugía procedentes de Universidades o del Colegio de Cirugía, cirujanos de primera clase o latinos, cirujanos de segunda clase o romancistas, cirujanos sangradores, cirujanos de cirugía menor, ministrantes y practicantes. Además, existían los llamados ayudantes: el barbero , el boticario, la matrona y el mozo de hospital. Las matronas, desde 1804, tenian que someterse a unas pruebas de aptitud antes de ser autorizadas a ejercer su profesión.
Es interesante la figura del barbero. Estaban autorizados a sangrar, echar sanguijuelas y aplicar ventosas. Se les llamaba también lanceros, pues utilizaban una lanceta para hacer las sangrías. Todavía en 1865 era corriente el oficio de sanguijuelero o vendedor de sanguijuelas lo que nos dice de la popularidad de este tipo de tratamiento. Muchos de estos barberos acudían a las facultades de Medicina para conseguir el grado de cirujanos romancistas, especialmnte desde el año 1827 en que la nueva Ley de Sanidad permitió a estos cirujanos ejercer en aldeas y pueblos.